Foto: MBReig 2013 (Valonsadero) |
Tenía una marca roja en
el lado derecho de mi cara. Era como un archipiélago tatuado en la piel, que mi
sobrina insistía en identificar con una sirena. En realidad era una marca de
identificación. Era el símbolo de los de mi clase: Reclutas.
Me reclutaron hace
varias décadas. Me sacaron sin mediar palabra de la fábrica y me colocaron
frente a una mesa de trabajo, en un despacho que se descascarillaba un poco más
cada día.
Yo fabricaba sueños.
Nunca pensé que estaría al otro lado. Del lado de los que sueñan los sueños que
yo fabricaba. No me dieron explicaciones. Sólo indicaciones de lo que a partir
de ahora debía hacer: obedecer y no salirme del camino. Me colocaron en este
lado de la mesa. En el lado de los que trabajan soñando con los sueños que
únicamente son alcanzables para unos pocos.
Me amoldé (¡qué
remedio!)… por un tiempo. Cada mañana la misma ruta. La misma cuesta a la misma hora, hiciera frio
o calor. Entraba a regañadientes en este despacho que se descascarillaba un
poco más cada día. Pero me rebelé pronto. Recordé que durante un tiempo estuve
viviendo en un bosque. Me recordé flotando entre los troncos y las copas de
unas secuoyas milenarias. Me recordé luminosa, toda envuelta en luz. Casi
transparente, diluyéndome entre los rayos del sol y subiendo más y más arriba.
Yo fabricaba sueños. Yo
vivía en un bosque… hasta que alguien tatuó mi piel y pasé a ser Recluta.
Gracias a mi amiga Montse, que de nuevo se atreve a publicar uno de mis relatos en su blog:
ResponderEliminarhttp://pescandopalabrasyredes.wordpress.com
Titania, muchas gracias a ti por confiar en nosotras, es un relato estupendo. Esperamos contar siempre contigo!!
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